Reflexionando sobre la COP26

Marcene Mitchell, vicepresidenta senior de Cambio Climático de WWF

Desde el principio, en la 26ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), conocida como COP26, se sintió un tipo de energía rara e inquietante. Por primera vez desde París, se esperaba que las partes mejoraran sus ambiciones a través de sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés). Previo a la COP, la información más reciente reveló que, si bien la ambición colectiva aumentó en relación con las NDC anteriores, el impacto agregado de las nuevas NDC no nos pondría ni siquiera cerca de la meta de 1.5 grados del Acuerdo de París, aumentando el riesgo de lo que se necesitaría para lograr un acuerdo exitoso.

Aún así, muchos de nosotros emprendimos nuestro primer viaje desde que comenzó la pandemia del COVID-19 al igual que delegados de países, representantes de ONG, periodistas y muchos más quienes arribaron a Glasgow para soportar la incomodidad de largas caminatas y filas, pruebas diarias de COVID y horas de reuniones con cubrebocas, pero llenos de esperanza y decididos a progresar.

La esperanza era que, con los ojos del mundo puestos en nosotros, la COP se convertiría en un evento forzado que traería un gran empuje a la ambición. La Cumbre Mundial de Líderes y la presencia del Príncipe Carlos y el Presidente Joe Biden durante los primeros días del evento enviaron el mensaje de que las acciones de este año se adelantarían.

Y, de hecho, mientras los negociadores se preparaban, quienes se reunieron justo afuera de las salas de negociaciones en la Zona Azul aumentaron el impulso. Entre lo más notable:

  • Más de 130 presidentes y primeros ministros, incluyendo Brasil, China e Indonesia, se comprometieron a revertir la deforestación y la degradación de la tierra para el año 2030. Estos países en conjunto albergan más del 85% de las superficies boscosas del mundo.
  • Estados Unidos anunció que más de 90 países se unirían al país en un compromiso para reducir las peligrosas emisiones de metano en un 30% para el 2030.
  • La Alianza Financiera de Glasgow para Net Zero (GFANZ, por sus siglas en inglés), un grupo de grandes propietarios de activos, se comprometió a contribuir con más de $130 billones de dólares en capital privado para alcanzar una economía global neta cero. El mismo día, el Reino Unido estableció el primer centro financiero neto cero alineado, lo que significa que todas las instituciones financieras y empresas que cotizan en bolsa ahora deben publicar planes de transición para el 2023 que muestren cómo llegarán a cero neto para el 2050.
  • USAID anunció un ambicioso conjunto de metas para promover el Plan de Emergencia Presidencial para la Adaptación y la Resiliencia (PREPARE, por sus siglas en inglés), un enfoque interinstitucional coordinado que apoyará el desarrollo liderado localmente para que más de 500 millones de personas en los países en desarrollo se adapten y puedan gestionar los impactos del cambio climático para el 2030.
  • Más de 40 países (excluyendo a China y Estados Unidos) se comprometieron a poner fin a todas las inversiones nuevas para la generación de energía a base de carbón a nivel nacional e internacional, y 20 países, incluyendo Estados Unidos, se comprometieron a poner fin al financiamiento público para proyectos de combustibles fósiles "incesantes" en el extranjero para fines del 2022.

Y eso fue todo en los primeros días.

A medida que avanzaba la primera semana, el progreso de los estados con altas emisiones fue lento. Los líderes de China y Rusia no estuvieron en las conversaciones; el Congreso de Estados Unidos no aprobó el proyecto de ley BBB; y, aunque India planteó su ambición a largo plazo (junto con China), no abordó su transición del carbón. Fuera de la sede de la COP26 aumentaba la presión para exigir más acciones y, en palabras de Greta Thunberg, menos bla, bla, bla. Miles de activistas gritaron, marcharon, tamborilearon y bailaron en las calles de Glasgow pidiendo más. Más integridad, más justicia, más cambio. Había un fuerte sentido de urgencia en estos manifestantes, uno que yo comparto. No estamos en el camino para alcanzar nuestro objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados y tenemos menos de nueve años para cambiar las cosas. Simplemente debemos ir más allá de hablar sobre nuestros planes y comenzar a ejecutarlos.

Aerial view of city of Glasgow

Los compromisos que vimos en la primera semana de la COP son el tipo de compromisos que queremos ver de los gobiernos: reunir el dinero y la ambición para reducir las emisiones, un cambio hacia las energías limpias, implementar soluciones basadas en la naturaleza y adaptarse a los impactos climáticos que ya están ocurriendo con más frecuencia e intensidad. Y ante todo esto, sin perder de vista las necesidades de las comunidades indígenas, marginadas y que están en la línea de batalla y que son quienes sienten primero y de peor manera los impactos, y a menudo tienen menos recursos disponibles para enfrentar las amenazas de la crisis climática.

La naturaleza tuvo su momento en esta COP. Por primera vez vimos a los gobiernos asumir compromisos importantes en torno a las soluciones basadas en la naturaleza, reconociendo que estas soluciones pueden, si las trabajamos correctamente, proporcionar hasta un 30% de las reducciones de emisiones necesarias para alcanzar nuestros objetivos climáticos.

Al comienzo de la segunda semana, el expresidente Obama dio un discurso en la COP. Su presencia fue como una descarga de electricidad a través del recinto mientras le hablaba directamente a los jóvenes. Los instó a impulsar más acciones a través de protestas y marchas, pero también dijo que deben votar, usar su poder como consumidores y empleados y ser la voz que convenza a sus padres y familiares de la importancia de hacer frente a la crisis climática.

Sorpresivamente, Estados Unidos y China anunciaron un acuerdo conjunto para reducir las emisiones de metano, la transición de los combustibles fósiles a las energías limpias y detener la deforestación. El hecho de que los dos países que emiten más carbono ahora estén comprometidos a trabajar juntos para lograr los objetivos climáticos del Acuerdo de París es un momento esperanzador, que muestra que los países finalmente están escuchando el mensaje de la ambición climática. Por supuesto, necesitaremos que estos acuerdos se conviertan en acciones, pero es una señal importante.

Lo que también me quedó claro en esta COP es que los gobiernos nacionales pueden y deben sentar las bases para el cambio con regulaciones e incentivos, pero en última instancia son todos los demás: empresas, gobiernos estatales y locales, instituciones académicas y religiosas así como los grupos comunitarios locales, quienes van a hacer el verdadero trabajo de descarbonizar nuestra economía y adaptarse a nuestra nueva realidad climática.

Vi la emoción que surgía del Centro de Acción Climática de Estados Unidos para los actores subnacionales y no estatales, patrocinado por nuestro equipo de “America Is All In” dentro del Pabellón de WWF. Se presentó una amplia gama de esfuerzos que incluyeron de todo: los planes de resiliencia de los alcaldes; las voces de las comunidades indígenas y marginadas en torno al uso de soluciones basadas en la naturaleza; instituciones culturales que educan a las comunidades locales; así como los gobernadores que crean coaliciones multiestatales en las cuales trabajar con acciones comunes para la reducción de emisiones.

Lo que estos esfuerzos tuvieron en común es que abarcaron a todos los segmentos de la sociedad, pero especialmente a las comunidades vulnerables que están en la línea de batalla, cuyos resultados serán la medida definitiva de nuestro éxito al abordar el cambio climático.

La COP entró en sesiones adicionales, evolucionando a lo que ahora llamamos el Pacto Climático de Glasgow. Tiene algunas primicias reales: un compromiso de trabajar hacia objetivos climáticos más ambiciosos en el 2022 (en lugar del 2025) y un compromiso de mayor financiamiento climático, particularmente para la adaptación, para las naciones en desarrollo. Pero ese progreso va acompañado de brechas dolorosamente perceptibles. Los compromisos de las naciones en desarrollo no se aplicarán a pérdidas y daños. El papel clave de la naturaleza sigue sin ser reconocido. Y en el último minuto, la primera mención específica en un acuerdo climático internacional sobre la transición para alejarse de los combustibles fósiles se difuminó: China e India suavizaron el lenguaje de "eliminación gradual" a "reducción gradual".

Esta mezcla de resultados de la COP destaca el trabajo que nos queda por hacer. En el lado positivo, pudimos evitar que el objetivo de París de 1.5 grados se saliera de nuestro alcance. Pero, a la inversa, eso no es lo mismo que afrontar el momento y asegurar nuestro futuro. El deseo de una mayor ambición es fuerte, pero aún faltan planes de acción concretos para apoyar nuevos objetivos. De alguna manera estamos donde estábamos al comienzo de la COP: necesitamos más acciones, no promesas. Al salir de Glasgow, la atención debe centrarse en los pasos que tomarán los países para hacer realidad las promesas.